jueves, 25 de abril de 2013

ESCRIBIENDO ESPERANZA EN BARCELONA: Lunes 29 Abril, a las 19,00 en Alibri Llibrería


El próximo lunes 29 de abril celebraremos la presentación de Escribiendo esperanza en Barcelona, en la librería Alibri (C/ Balmes, 26) a las 19,00 Participarán en el acto los autores Javier Cano, Nuria Molins, Ricardo Usón y Miquel Zueras. Presentará Lucía Pons Escrich y amenizarán la velada los músicos Adriá Faura y Yolanda Ramos.

 Os esperamos!

sábado, 20 de abril de 2013

Escribiendo esperanza, en el día del libro, en Madrid

Cartel del Maratón de Poesía organizado para el día del libro en Madrid (C/ Prim, 3)


Dentro del maratón organizado el día del libro en la Sede de la ONCE en Madrid y coordinado por Elena Peralta se presentará el libro Escribiendo esperanza, abriendo el acto. Este maratón, que es un homenaje a la poesía, comenzará a las 17,00 para finalizar a las 22,00 y se celebra en la sede de la ONCE de la Calle Prim, número 3

Presentaremos Escribiendo esperanza y leeremos unos poemas.

A continuación, un fragmento de la participación de Elena Peralta en Escribiendo esperanza


Qué corta es la vida
cuando caminas
bajo la esfera triste
donde el sonido etéreo de la noche
da paso al estridente despertar
de la maldad en los humanos.

II

Hoy he dibujado una sonrisa
con tres nubes.
He bajado a la calle
y he comprado seis petunias
para vestir de primavera pensamientos.
La mariposa que habita en ellos
está dormida.

(©Elena Peralta)

lunes, 15 de abril de 2013

Movemos esperanza a Sabiñánigo


El próximo jueves 18 de abril, a las 20,00 horas, se presentará Escribiendo esperanza en la Casa de Cultura Antonio Durán Gudiol (C/ Pedro Sesé, 2), en Sabiñánigo (Huesca). Participarán los autores Ana Baquedano, Javier Cano, Javier Castán, Eusebio Martínez y Ricardo Usón.


jueves, 11 de abril de 2013

Este Domingo, PRESENTACIÓN EN CASETAS


Este domingo 14 de abril, a las 17,00, presentaremos Escribiendo esperanza en el barrio de Casetas (Zaragoza), dentro de las I Jornadas Casetas Literaria coordinadas por David Rozas Genzor, en el Salón de Actos del Centro Cívico (Plaza Santiago Castillo s/n) Participarán en el acto Pilar Aguarón, Chabi Angulo, Marcos Callau, Roberto Malo, Fran Picón, Sara Ramo y David Rozas. Amenizará la velada el músico Mario Iriarte.

David Rozas participa en Escribiendo esperanza con el relato titulado La cita del fin del mundo:



Mario se impacientaba. Apenas se daba cuenta, pero no hacía más que remangarse la sudadera y mirar su reloj digital entre resoplidos. Llevaba más de cinco minutos esperando, sentado en el frío suelo y cubierto por aquella improvisada tienda de campaña que él mismo había ideado. Casi a oscuras, peleándose con la linterna de su padre y con unos nervios de colegial que habían transformado su estómago en un pozo de retortijones y gases. “Vendrá, claro que vendrá”, musitaba entre castañeteos de dientes, sin dejar de mover arriba y abajo sus piernas cruzadas.

            
 Tenía que venir. Así se lo había prometido Laura en clase con un leve asentimiento y un mohín de desgana que ni siquiera había deslucido su belleza. Luego ella había doblado la nota de Mario y guardado bajo su pupitre. “Nos vemos en el cuarto del gimnasio en el segundo recreo”, rezaba el papelito; “¡Prepárate para el fin del mundo! −esa parte era la que más le molaba a Mario, por eso la había adornado con dibujos toscos de meteoritos y platillos volantes acompañando a la singular fecha: 21-12-12− “Rosi también viene”. Para que su plan causara mayor efecto, tenía que incluir al final la mención a la mejor amiga de Laura, si no ella se lo olería todo y pasaría del tema.

            
 ¿Qué tenía esa niña para gustarle tanto? Su bonito pelo dorado, que parecía siempre recién lavado con esos champús de televisión, le otorgaban un +3 en belleza. Bueno, no, discrepó días antes con Jaime mientras preparaban la partida de rol; +2 en belleza por el pelo, +3 en apariencia y… Claro, al final su amigo acabó mandándole a tomar Fanta, pues él prefería acabar las fichas de sus guerreros orcos antes que fantasear con personajes de mayor dificultad como las chicas de clase.

             
Quizá fuera por sus ojos. Mario siempre quedaba hechizado de ellos, de esos minúsculos charcos de agua cristalina que brillaban cada vez que Laura sonreía. Estaba preciosa cuando arqueaba los labios y mostraba sus dientes blanquísimos a todo el colegio.

            
 Las gafas se deslizaron por su nariz justo cuando iba a subirse de nuevo las mangas. Qué calor hacía bajo la lona. El gremlin que correteaba por sus tripas se empeñaba en que soltara pronto los gases, pero Mario apretaba las nalgas con insistencia. “Como huelan mal, -3 en carisma. Y ya lo tengo bastante bajo desde el otro día”. Una cita con Laura. Estaba mal lo que había hecho, pero tenía que intentarlo de nuevo. “Sólo un beso. Despacito, aunque sea en la mejilla”. Mario hablaba consigo mismo con los ojos cerrados. Se recreaba en ello, casi podía imaginárselo. Un sueño hecho realidad.

           
 “¡Ay!” Dio un respingo cuando escuchó abrirse la puerta al otro lado de la lona. Casi se le escapó la linterna de las manos.

           
 —¿E-eres tú, Laura?

            
 Se sucedieron unos segundos angustiosos. Mario escuchó unos pasos acercarse, y por más que quiso apretar el culete, una corriente cálida y silenciosa surgió inevitablemente de entre sus piernas. Se quedó entonces más tieso que una vela, incapaz de reaccionar, y todo se agravó aún más cuando una mano levantó la lona y el rostro hermoso que tanto había deseado apareció. Laura le contempló agachada durante unos instantes con el ceño fruncido, como si dudara de si debía entrar o no.

             
—¿Y Rosi? —pronunció extrañada.

           
 —A-ahora vendrá —Mario tragó saliva, después sonrió con una mueca estúpida—. Ve-venga, pasa. No te-te quedes ahí.

           
 Después de decirle todo eso, el chico se dio cuenta de que había tartamudeado y que hacerle aspavientos con el brazo para invitarla a pasar no había sido muy acertado, pero ya daba lo mismo. La sensación de tener el corazón asido en un puño le hizo recordar la escena de un especial de San Valentín de “Rasca y Pica”, en la que el ratón le extrae el órgano a su querido minino y se lo muestra todavía latiendo. En aquellos momentos, era Laura la que le atravesaba el pecho con sus largos dedos y lo levantaba ante él, a la vez que soltaba las mismas carcajadas que el grotesco roedor. Y claro, eso suponía tarea extra para el gremlin de Mario, que no dejaba de patalear y hacerle soltar lastre por donde menos debía.

             
—… pero como vuelvas a pedirme lo mismo, me voy al recreo.

           
 De pronto, Mario regresó de aquel truculento escenario animado que había aparecido en su cabeza. Al parecer, Laura le había recriminado segundos antes lo del beso y, para su asombro, estaba acercándose a él dejando caer la lona a su espalda.

           
 —Ostras, qué mal huele aquí dentro, ¿no? —fue lo primero que expresó cuando se sentó enfrente de él, imitando su posición.

           
 Lo estaba flipando. El chico se había quedado mudo y sin gases en las tripas con la chica de sus sueños delante de sus narices. Los dos solos, en penumbra. Por fin, el encuentro tan deseado. Una suave pluma comenzó a hacer de las suyas recorriendo sin control la espalda de Mario. Laura no dejaba de observarle con la boca torcida, como si esperara algún tipo de reacción por su parte. Él, sin embargo, tenía ya suficiente con la mera contemplación de los ojos de su chica −”su chica”, por supuesto. En ese refugio para el fin del mundo que había creado para ellos solos, ya podía considerarla como “suya”−.

          
  —¡Esto del fin del mundo es una chorrada! —soltó ella cruzándose de brazos—. Cuando vengan los demás, más vale que nos expliques tu fantástico plan para salvarnos a todos…

           
 ¡Glups! Ese trago de saliva había pasado por la garganta de Mario como un insufrible bolo de polvorones. Estaba temblando como una montaña de gelatina cuando decidió que debía dar el siguiente paso en vez de quedarse callado y sin hacer nada, como las veces en las que los malos de 3º se metían con él por llevar gafas y unas tallas más de ropa.

           
 —Va a sonar la sirena y aquí no viene nadie —le increpaba Laura mientras pensaba a la velocidad de la luz lo que debía decir—. Como me estés tomando el pelo para pedirme otra vez que te bese, me levanto y me voy.

            
 —¡No! —reaccionó de pronto. Hasta él mismo se había sorprendido—. Te-tenemos que estar… preparados. Sí, eso… —Boca seca, trago de saliva y dolor en las sienes al hablar—. Hace mi-miles de años, los ma-mayas predijeron que el fi-fin del mundo sucede-ría tal día como hoy…

        
    —¡Sí, claro! ¡Y voy yo y me lo creo!

             
—En este lu-lugar que he construido pa-para todos de clase —prosiguió Mario, gesticulando para atraer la atención de su amada—, nos salvaremos de la llegada del ca- cataclismo final que aca-cabará con la raza humana… ¡Bruumm! —. Al imitar el sonido de los miles de caídas de meteoritos, un hilo de baba se descolgó de su boca y quedó pegado a su barbilla.

            
 —¡Qué asco! Eres un friki, como dicen todos. ¡Yo me largo! ¡No debería haberte hecho caso!

             
Laura se levantó rápidamente y se abalanzó hacia la lona. Mario no pudo evitar estirar el brazo para agarrarla de su chaqueta rosa.

            
 —¡Espera, no te vayas!

            
 Ante el fuerte tirón del gordito de clase, la chica cayó de costado y se golpeó con el codo en el suelo. Soltó un “¡ay!” agudo y estridente que le pareció a Mario como si le hubieran pisado el rabo a un perro.

            
 —¡Pe-perdona, Laura…! —Quiso ayudarla a incorporarse, pero ella se apartó bruscamente y se ovilló de espaldas a él protegiendo su codo lastimado.

           
 —¡Déjame en paz!

           
 —Sí, ti-tienes razón… —Mario se sintió apenado de repente. Le temblaba la voz—. Me-me gustas mucho y… ¡Jo, lo si-siento! Ya sé que no so-soy tan guapo como Jorge y Fer, que ju-juego a rol y al ajedrez y que saco las me-mejores notas de clase… —Ella se volvió lentamente con gesto de dolor—. Sé que nunca saldrías con un chi-chico como yo porque se me a-atascan las pa-palabras cada dos por tres, llevo las gafas ho-horribles que eligieron mis padres y porque soy la bola de se-sebo a la que empujan y pegan co-collejas todos los días, por eso… Por eso sólo te-te pi-pido un beso. En la meji-jilla, aunque sea.

             
Mario tomó aire. Lo había soltado todo de carrerilla, sin pensar. Vacío de temores y de incómodos gremlins, aquel brote de sinceridad había obrado una reacción inesperada. Laura permanecía en esos momentos de frente a él, contemplándole sin dolor alguno como quien se estremece ante un polluelo caído del nido. Los límpidos charcos que llenaban sus ojos brillaban con una luz mágica que amenazaba con desbordarlos en cualquier momento. Y sonreía. Tímidamente, la boca de la chica de sus sueños se abrió ante Mario y le mostró el poderoso destello de sus dientes. Ese por el que el chico tanto suspiraba y que le costaba tantas llamadas de atención de los profesores.

             
El ruido de la sirena del gimnasio rompió esos instantes mágicos. Mario se levantó de un bote mientras Laura permanecía en la misma posición sin pestañear.

           
 —¡A la mi-mierda el fin del mundo! —lamentó el chico mientras se erguía. Su gesto repentino hizo que la linterna se le resbala de la mano y cayera al suelo, con tan mala fortuna que emitió un chasquido y se apagó.

          
  —¡Ay, qué miedo!

           
 —Tran-tranquila, Laura. —Mario se movía como un hipopótamo en una ducha extendiendo sus brazos con frenesí hacia todos lados—. Ahora sa-salgo y enciendo la luz.

            
 ¡Plof! La torpeza y los nervios de Mario hicieron que tropezara con Laura.“¡Mi mano!”, se quejaba la chica aullando como un cachorrillo. El chico tuvo que agarrarse a la lona para no caer, y las varas de madera que sostenían su refugio anti-cataclismos cedieron.

            
 —¡Ayyy!

          
  —¡Lo que falta-taba!

          
  —¿Estás bien?

             
—Sí, claro.

             
—Espera, que salgo yo y la busco.

          
  Mario notó el cuerpo de la chica removerse a su lado y levantar la lona sobre su cabeza. Por suerte, no pesaba mucho. Pasaron unos segundos hasta que la chica encontró a tientas el interruptor de la pared.

          
  —¡Ya está!

            
 Ante ella apareció el cuerpo de su compañero de clase bajo la recia tela, y por un instante aquella visión le recordó a un dibujo del libro que tuvieron que leer el año anterior, “El Principito”, se llamaba, en el que se veía a una serpiente que se había tragado a un elefante.

           
 —¿Mario, estás bien?

           
 La chica escuchó un llanto ahogado bajo la tela. No pudo evitar acercarse y levantarla. Mario se dio la vuelta en cuanto se vio libre del peso. Llevaba las gafas en la mano y se restregaba los ojos.

             
—¿Estás llorando?

           
 —¡Soy un imbe-bécil! —sollozaba entre hipidos, apartándole la mirada—. ¡Normal que no qui-quieras saber na-nada de mí!

             
—Chisss, calla…

            
 Todo sucedió muy deprisa. Fueron unos instantes tan maravillosos y placenteros para él que apenas pudo saborearlos. Laura se arrodilló en el suelo y le apartó con dulzura las manos de la cara. Aquel tacto sobre su piel le hizo estremecer, tanto que se quedó paralizado. En cuanto Mario se volvió hacia ella y se topó de lleno con sus ojos cristalinos, su cuerpo dejó de reaccionar. El cabello dorado de Laura refulgía como el de las modelos de la tele; no, como el de las hadas de los cuentos. Sí, así la veía él entonces. Era su princesa prometida, la Arwen de su mundo épico. Y estaba empleando todas sus artes mágicas para hechizarle una vez más.

          
  “Si tuviera que lanzar el dado, haría una tirada crítica a posta”, pensaba cuando Laura se acercó a menos de un palmo de su nariz y pudo sentir su cálido aliento y oler su penetrante colonia de gominolas.

             
—Cierra los ojos —le susurró la princesa elfa en un tono melodioso.

           
 ¿Cómo negarse a eso? Ni cientos de tartamudeos, ni miles de nervios, ni millones de gremlins traviesos le impedirían vivir ese momento. Su momento.

            
 Los cerró. Arrugó los labios y puso los morritos que suponía que había que poner la primera vez que te besaban. Plumas, miles de ellas le acariciaban cada palmo de la piel. Qué agradable sensación para Mario. Qué poderoso hechizo de magia élfica. Ya podía sentirla a unos milímetros escasos de su boca…

           
 ¡Muack! En el último segundo, los labios de Laura viraron levemente en su dirección y se estamparon en la mejilla llorosa de Mario. Había estado cerca, muy cerca.

             
—Ya puedes abrirlos.

            
 Lo hizo cuando ella se apartaba hacia atrás sonriéndole con esas piezas perladas por las que tantas veces había suspirado. No había sido como esperaba, pero… Mario se conformaba con poco.

          
  —¿Qué haces ahí parado? ¡Vamos! Hay que volver a clase antes de que… —Un revuelo creciente se escuchaba allí fuera. Los chicos de 4º estaban entrando al gimnasio—. ¡Hala, no! 

—Laura gesticulaba con gravedad mirando hacia la puerta—. ¡Ahora no podemos salir!

           
 A pesar de la reacción de miedo e impotencia de la chica, Mario la contemplaba como quien contempla a una diosa emergiendo desnuda de las aguas marinas, sin lluvias de meteoritos ni invasiones marcianas de fondo. Con una estúpida sonrisa que le daba la vuelta a la cara y sin intención alguna de hacer o decir nada.


©David Rozas 







martes, 2 de abril de 2013

Presentación en Montañana. Sábado 6 de abril, 19,00 (en el Salón de actos del Pabellón Deportivo)



Este próximo sábado seis de abril, a las 19,00 horas, se presentará en Montañana (Zaragoza) el libro Escribiendo esperanza, en el barrio de Iker. Contaremos con la presencia del músico Mario Iriarte acompañado por Irene Roche y los autores Pilar Aguarón, Chabi Angulo Ana Baquedano, Javier Castán, Anabel García, Eva Hinojosa, Fran Picón y David Rozas. La cita será en el Salón de Actos del Pabellón Deportivo de Montañana (C/ Mayor, 2) Os esperamos.
De izquierda a derecha: Alejandro López Gil, Javier Castán, Ricardo Usón, Marcos Callau y Ana Baquedano en la pasada presentación de Jasa.

Por otro lado agradecer al pueblo de Jasa y muy especialmente al Bar Chasa, el hacernos sentir tan agradablemente arropados en la presentación del pasado día 30 de marzo donde, a pesar de haber vendido ya previamente suficientes ejemplares, se consiguieron vender otros veinte libros. Y agradecer a María y a Ricardo, la cena posterior y su hospitalidad. Muy especialmente quiero agradecer su participación a Alejandro López Gil quien dedicó un emocionado poema a Iker que, posteriormente, publicaremos en este blog. Ahora les dejo con un relato de Juan Risueño Lorente titulado Dar vida que también fue leído en la velada de Jasa

Alejandro López Gil, poeta de Jasa, leyendo el poema con el que participa en el libro "Escribiendo esperanza"

Dar vida



Suena el teléfono en la mesita del salón.

La abuela que lleva toda la tarde mirándolo desde una habitación contigua, da un respingo en el sillón.

Manolo, su yerno, bajando las escaleras apaga el móvil y descuelga el auricular. Y dice sin escuchar a nadie la frase de otras veces:

-Ah, sí, ¿tu madre?, ya se pone.



Manolo deja el auricular sobre la mesita y se dirige al dormitorio donde la abuela le mira con ojos muy abiertos y una sonrisa de oreja a oreja. Le ayuda a levantarse.



-Abuela, vamos, te llama tu hijo.

-¿Mi hijo? –exclama incrédula, aunque esperaba la llamada que su hija le había asegurado que se produciría esta tarde.



Manolo la sienta. Sus manos tiemblan al acercarlo al oído.



-¡Hijo mío, ay, hijo mío! ¿cómo estás? ¡ay, cuánto tiempo sin verte…ya no podía más…!

-Ya sabes que no puedo ir, mamá. Estoy en Barcelona con toda la familia…ganando mucho dinero…



Manolo la deja y sube al piso de arriba. Las risas de la abuela, los besos al teléfono, su desbordante alegría, retumban por toda la casa. Manolo entra con sigilo al dormitorio. Allí, Adelina, con un pañuelo en la boca imita como puede la voz de su hermano.

© Juan Risueño Lorente

Jasa (Huesca)